martes, 17 de noviembre de 2015

Martes de la trigésimo tercera semana

Martes de la trigésimo tercera semana. Lucas 19-1-10 "Hoy tengo que alojarme en tu casa." El Evangelio de Zaqueo nos está demostrando que Jesús ha

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Martes de la trigésimo tercera semana.

Lucas 19-1-10

"Hoy tengo que alojarme en tu casa."

El Evangelio de Zaqueo nos está demostrando que Jesús ha venido al mundo para salvar a los pecadores; Él no excluye de su salvación a nadie.

Zaqueo comienza por la curiosidad de conocer a Jesús, luego surge en él el deseo de verlo y quizás de hablar con Él; en este anhelo ya podemos vislumbrar un comienzo de salvación. Al deseo de Zaqueo de ver a Jesús responde la mirada de éste, esa mirada que transforma los corazones, que cambia el rumbo de la existencia.

El Zaqueo alcanzamos a descubrir un fondo de buena voluntad; como publicano que era, Zaqueo estaba al servicio de los romanos, pero Zaqueo entre los negocios ha dejado que a sus oídos llegara la fama de Jesús y así debe que el Maestro de Nazaret predicara un Evangelio de justicia, de caridad y de pobreza, que no se avenía bien con su manera de vivir tan absorta en los bienes materiales.

Zaqueo no rechaza el encuentro con Jesús; todo lo contrario, lo busca y lo hace sinceramente y pone los medios para conseguirlo; por eso es recompensado por Jesús, que se le hace encontradizo y aun le propone reunirse con él en su propia casa.

Dios quiere que nosotros nos salvemos pero quiere que nosotros tengamos deseos de salvarnos y que manifestemos con las obras esos deseos; lo demás corre por su cuenta, es obra de Él, de su infinita misericordia. De ahí la confianza con que debemos mirar nuestra salvación, por ser obra de Dios más quiere que obra nuestra.

"Hoy ha llegado la salvación a esta casa."

Con la llegada de Jesús entra la salvación."

Porque con Él entran en el hombre el amor a la justicia y de la caridad.

Con Jesús el Salvador el hombre se siente salvado; Jesús ha cumplido en él su misión salvífica; Zaqueo, de hombre poco escrupuloso en sus negocios, se convierte en hombre justo y generoso, desprendiéndose libremente de sus bienes.

Zaqueo deseaba ver a Jesús y Jesús le concede mucho más de lo que Zaqueo deseaba: se hospeda en su casa y permanece con Él, dialogando con Él, haciéndolo gozar de su compañía.

La gracia de Dios siempre va más allá de nuestros deseos y de nuestros esfuerzos; Dios siempre da más de los que le pedimos; qué responsabilidad la nuestra, si no sabemos aprovecharnos de esa bondad de nuestro Padre celestial; tenemos en nuestras manos todos los bienes espirituales que necesitamos: basta con pedirlos; no nos quejemos después de nuestra indigencia, pues los únicos culpables somos nosotros.

"El hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que estaba perdido."

La sola presencia de Jesús ha cambiado a Zaqueo.

El trato con Jesús fácilmente cambia el corazón y lo libera de todas las ataduras con las que se encontraba prisionero y maniatado; en el acto Zaqueo expresa su promesa y su realización y va más allá de los que la ley exigía: el derecho vigente sólo exigía un quinto sobre lo robado; Zaqueo, en la generosidad de su conversión, aumenta el tanto por ciento.

Zaqueo ha respondido bien a la vista de Jesús, ha reconocido primeramente que había estado obrando mal y, al arrepentirse, quiere compensar el mal realizado con más acción justa y generosa en pro de los damnificados.

Siempre que la vista de Jesús es recibida y aprovecha con docilidad de espíritu, produce los mismos efectos de salvación y santidad; por eso la generosidad de Zaqueo puede ser también modelo para nosotros; como él hemos de procurar ser generosos con el Señor que antes lo ha sido con nosotros.

Vivencia:

No envidies a Zaqueo; tú como él puedes tener a Jesús en casa, gozar de su conversión y compañía, recibir sus consejos y palabras de vida.

Jesús viene a ti en la Sagrada Comunión; no necesitas hacer tantos esfuerzos como Zaqueo; examina tu vida cristiana y mira con qué frecuencia empleas los medios espirituales que tienes a tu alcance, como son:

-la oración: con qué frecuencia oras, si haces que la oración se proyecte a tu vida, haciendo de tu vida una oración;

-los sacramentos, si te confiesas con cierta regularidad y consideras el sacramento de la Penitencia como un estimulo para tu perfeccionamiento; si comulgas con la mayor frecuencia que te sea posible, o si eres fácil en dejar tu Comunión;

-si lees asiduamente la Palabra de Dios, la meditas, la comentas con los tuyos.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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