miércoles, 4 de noviembre de 2015

Jueves de la trigésimo primera semana

Jueves de la trigésimo primera semana. Lucas 15,1-10 "Todos los publícanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo." Así es el Corazón e D

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Jueves de la trigésimo primera semana.

Lucas 15,1-10

"Todos los publícanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo."

Así es el Corazón e Dios: tan bueno y misericordioso, que infunde confianza hasta en los pecadores.

No veían los publícanos en el Corazón de Jesucristo nada que los pudiera rechazar y por eso acudían a Él; aunque acudían a Él siendo pecadores, se santificaban; acudían los orgullos y se volvían humildes; acudían sensuales y se espiritualizaban.

Esto es lo que tiene que acontecer contigo.

Acude a Él con toda confianza, con sencillez y humildad.

Acude a Él como a fuente de la gracia; acude a Él y presta atención a los que Él pueda decirte.

Jesús "recibía" a los pecadores y comía con ellos"; así hará contigo.

"Encontré la oveja que se me había perdido."

Jesús como buen pastor que se me había perdido."

Jesús como Buen Pastor bajó del cielo y vino a buscarnos a nosotros sus ovejas perdidas, vino a buscarte a ti, vino a "buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc19,10).

Para salvarnos nos dio la luz, a fin de que no adviniéramos en las tinieblas; nos dio la Vida, a fin de que no muriéramos; nos dio la gracia para limpiarnos del pecado.

Así nos dijo Él mismo, cuando nos afirmó: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10).

La vida del Señor nos trae es la vida eterna, la vida de la gracia, que Él nos trae con magnificencia.

A esa oveja perdida que eres tú, ha venido a salvar Jesús.

Te busca, te llama, te espera, te recibe con bondad; llamamientos de Jesús, voces y silbidos de ese Buen Pastor, son tantas inquietudes y remordimientos, que no te dejan sosegar y con las que Jesús desea hacerte reflexionar, entre tanto de ti mismo.

Llamados de Jesús son aquella desgracia que tan amargos momentos hizo pasar, aquella enfermedad, que te clavó en el hecho sin dejarte actuar.

Llamado de Jesús es esta reflexión que estás haciendo con motivo de la meditación de este texto, para que vuelvas al buen camino, al redil del Señor en compañía de las demás ovejas fieles que te ayudaran a guardar tu fidelidad.

"De la misma manera se alegran los Ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte."

Repetidamente se nos dice en el Evangelio que Jesús no ha venido al mundo para condenar, sino para salvar a los pecadores: "Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él" (Jn 3,17).

Con sucesivas parábolas nos enseña Jesús el amor con que el Padre Celestial recibe el pecador, cuando éste se arrepiente; Dios no se resigna a perder el pecador; lo busca con insistencia, lo trata con cariño, lo cuida con ternura, lo perdona con amor y cuando ya lo tiene otra vez consigo para la gracia y el arrepentimiento, el corazón del Padre celestial se goza íntimamente y se llena de alegría con el retorno del hijo a la casa del Padre.

Y aun este gozo por la conversión del pecador cobra un nuevo rasgo y una perspectiva: su eco en el cielo.

La frase que afirma: En el cielo será mayor la alegría y por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión, es una parábola oriental.

Sin duda que Dios no ama menos a los justos que al pecador arrepentido; pero este pecador Dios lo ha buscado, perseguido con su gracia, como el buen pastor ha hecho con su oveja, y el resultado, la conversión, da a Dios una ocasión de alegría que no le ofrecen los justos.

Hasta se diría que, usándose hache un antropomorfismo, la fidelidad de los justos produce una alegría discreta completamente intima; pero la conversión de los pecadores causa transportes de alegría.

También la madre se alegra con la salud recuperada por su hijo enfermo y siente más esa alegría que no la que le causó la salud no perdida por los otros hijos.

Vivencia:

Dios siempre te busca, aunque en tu mismo pecado. Todo lo emplea Dios y todo lo da por bien empleado, a costa de conseguir tu salvación del pecado. El mayor pecado que puedas cometer es la desconfianza de la bondad del Señor, aunque ello lo cubras con la consideración de tus múltiples y graves pecados. Nunca tus pecados podrán igualar a la infinita misericordia de Dios.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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