miércoles, 15 de julio de 2015

Miércoles de la decimoquinta semana

Miércoles de la decimoquinta semana. Mateo 11,25-27 "Has revelado estas cosas a los pequeños." Los más sublimes misterios del Reino mesiánico son r

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Miércoles de la decimoquinta semana.

Mateo 11,25-27

"Has revelado estas cosas a los pequeños."

Los más sublimes misterios del Reino mesiánico son revelados a los sencillos y humildes, a los "pequeños", vale decir: a los que se tienen por pequeños, pero en realidad son los únicos grandes en la presencia de Dios.

En cambio, lo más recóndito del amor de Dios queda oculto para los soberbios, para los que a sí mismos tienen por grandes y poderosos.

Ya en los tiempos de Jesús los escribas y fariseos, por su soberbia y autosuficiencia, no alcanzaron a comprender la mesianidad de Jesús y en cambio los apóstoles, sencillos y pobres, hombres del pueblo sufrido, sin mayor cultura, de humilde corazón, que no presumían de sí mismos, porque no tenían de qué presumir, tuvieron acceso a las intimas conversaciones y trato con el Señor.

Es que la sabiduría mundana no basta para conocer los misterios y secretos de Dios.

Si yo quiero penetrar en el Corazón divino de Jesús deberé dejarme llevar por el amor, por la acción del Espíritu Santo, no pretender llevar por el amor, por la acción del Espíritu Santo, no pretender tanto "hacer yo", cuanto "dejarme hacer" por el Espíritu.

"Nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar."

Esta breve afirmación de San Mateo es considerada como su más valioso aserto; es una clara y terminante confesión de la divinidad del Hijo; se trata aquí de un conocimiento absoluto y total: el Padre conoce el Hijo y el Hijo conoce al Padre en la plenitud de su ser; ambos, por tanto, son iguales en naturaleza, en plenitud de divinidad.

Pero Dios no ha querido que las divinas relaciones de la Trinidad quedaran del todo ocultas para la criatura; en la medida que ésta capacitada para recibirlo, ha querido Dios hacerla participe de sus divinos secretos; y es el Hijo el encargado de hacernos esta revelación del Padre y el Espíritu.

Pero no nos confundamos: no se trata de un mero conocimiento existencial, del hecho de la existencia del Padre, de su naturaleza divina, de cómo es para nosotros, de cómo está dispuesto a tratarnos, si nosotros lo aceptamos en su Espíritu. Todo esto nos enseña solamente el Hijo, solamente Él nos lo puede revelar, pues solamente Él lo conoce en plenitud y en profundidad, solamente Él lo conoce como Verbo y como Hijo, vale decir (a nuestro tosco modo de explicarnos), conceptualmente y experimentalmente.

Y el Hijo de hecho no lo ha revelado; nos ha dado a conocer el Padre, no ha dicho cómo es de bueno nuestro Padre celestial, cómo ama sus Hijos y se preocupa por ellos, cómo los santifica por su Espíritu y los eleva por su gracia. Y nosotros hemos sido los fieles afortunados, que hemos recibido ese conocimiento, esa revelación. Gracias, Señor, por tu bondad, pero me hace temblar la responsabilidad que esa predilección comporta.

Cuando el Señor concede un don, pedirá cuentas del mismo. ¿Cómo podría responder al Señor en este momento de todo lo que me ha concedido?

Vivencia:

"Dios resiste a los soberbios; a los humildes les da su gracia."

Dios no cambia sus modas de obrar; sigue hoy ocultándose a los soberbios y sigue revelándose a los humildes.

Dame, Dios mío, un corazón manso y humilde como el tuyo; "Tú, Señor eres bueno e indulgente, rico en misericordia con aquellos que te invocan" (Sal 86,5).

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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lunes, 13 de julio de 2015

Martes de la decimoquinta semana

Martes de la decimoquinta semana. Mateo 11,20-24 "Se puso a maldecir a las ciudades....porque no se habían convertido..." Dos ternas de ciudades: p

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Martes de la decimoquinta semana.

Mateo 11,20-24

"Se puso a maldecir a las ciudades....porque no se habían convertido..."

Dos ternas de ciudades: por un lado tres ciudades de Palestina, Corozaín, Betsaida, Cafarnaúm; por otro tres ciudades que no eran consideradas como integrantes del Pueblo de Dios: Tiro, Sidó y Sodoma.

Los oyentes de Jesús conocían muy bien tanto la situación de unas como de las otras; sabían que las segundas eran consideradas históricamente como malas, ya por sus depravados costumbres, ya por su materialismo debido a su auge económico; mientras que las demás primeras, por estar en el territorio de Israel, habían sido recorridas por el Maestro Nazareno predicando la Buena Nueva, enseñando su mensaje evangélico, curando a enfermos, resucitando muertos y perdonando a los pecadores.

Ese era el cuadro histórico del que Jesús tomó pie para exponer su llamado de atención.

En efecto, Jesús "se puso a recriminar a las ciudades....por que no habían convertido"...La expresión "recriminar" resulta fuerte, pero la realidad es grave: maldijo, increpó, echó en cara a los habitantes de aquellas ciudades, porque no se habían convertido, porque en esas ciudades, a la vista de sus moradores, el Señor había hecho milagros y le había enseñado su maravillo mensaje, y sin embargo ellos no habían hecho penitencia, no se habían convertido y no habían admitido el Reino de Dios, tema central de la predicación del Maestro.

Toma el Señor como punto de reflexión a los habitantes de las ciudades que viven en el lujo, en la prosperidad material, en las excesivas comodidades, que los alejan del espíritu de Evangelio, que es de austeridad; no recrimina el Señor el hecho de que se habite en la ciudad.

Siempre dentro de esta reflexión, no pondré permitir que el hecho de integrar una sociedad "desarrollada" apague en mi espíritu el deseo de vivir en conformidad con las exigencias del Evangelio y aun con las obligaciones testimoniales que mi consagración al Señor me impone.

Aquella gente no se convirtió....y eso indignó al Señor; pero lo que hizo que el Señor les echara en cara su duro corazón, fue el hecho de que aquellos habían sido objeto de su misión apostólica y en ellos había resonado la Palabra de Dios, testimoniada hasta con milagros.

Nosotros nos hallamos en idénticas circunstancias agravantes de nuestra falta de conversión verdadera; hemos sido objeto de la predilección del Señor, que nos ha distinguido con la abundancia de sus gracias y ha querido que su Espíritu descendiera sobre nuestra mente.

Debemos examinar si verdaderamente somos los que aparecemos lo que en realidad somos. No sea que en el día del Juicio se nos trate con mayor rigor, debido a nuestra mayor responsabilidad.

Vivencia:

Nada mejor que meditar con detención y con entera sinceridad, sin deseo de darnos a nosotros mismos con toda facilidad el certificado de buena conducta, las palabras del apóstol:

"Porque somos sus colaboradores, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios...no damos a nadie ninguna ocasión de secándolo, para que no se desprestigie nuestro ministerio; al contrario, siempre nos comportamos como corresponde a ministros de Dios" (2 Cor 6,1-3).

Puesta la mano en nuestra conciencia, ¿podemos afirmar que a nadie estamos dando ocasión de secándolo o de desprestigio? ¿Somos en todo, nos presentamos y actuamos como ministros de Dios, servidores de Dios?

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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Lunes de la decimoquinta semana

Lunes de la decimoquinta semana. Mateo 10,34-42 "No piensen que han venido a traer la paz....." Hay palabras de Jesús que resuenan como latigazos y

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Lunes de la decimoquinta semana.

Mateo 10,34-42

"No piensen que han venido a traer la paz....."

Hay palabras de Jesús que resuenan como latigazos y estallan en el aire de las conciencias cristianas adormecidas o cómodas; frases que aun prescindiendo del contexto histórico y de lugar en las que se pronunciaron, suenan difíciles en su interpretación por los audaces exigentes.

Ninguna palabra del Señor debe interpretarse aislada del contexto general, sino dentro de la tónica dominante en su Evangelio. No predica Jesús nunca la guerra contra el otro, la guerra que empuña la espada, el fusil, la metralleta, la bomba, la envidia, la opresión, la injusticia....ninguna de estas armas predica el Señor; mando más bien a envainar la espada: "porque el que a hierro mata a hierro muere" (Mt 26,52); ordena perdonar las ofensas: "Hasta setenta veces siete" (Mt 18,22).

La guerra que Jesús viene a traer es la guerra contra nosotros mismos, contra las malas inclinaciones, contra nuestro egoísmo, nuestra sensualidad, nuestra soberbia, nuestra pereza, y nuestra comodidad, nuestra avaricia, contra todo eso tan arraigado en lo más hondo de nuestra naturaleza pecadora. Estar en guerra contra nosotros mismos, para poder vivir en paz con los demás; hacernos violencia constante a nosotros mismos, para poder ser amables, justos y bondadosos con los demás.

El mensaje evangélico no sólo provocará contradicciones de parte de sus enemigos, sino que será ocasión de divisiones entre los mimos allegados; no faltará quienes se resistan a abandonar sus vicios y acomodar sus vidas a los principios evangélicos. Hasta los lazos más sagrados quedarán rotos, al declararse unos al favor y otros en contra de Jesucristo.

¡Cristo es Príncipe de la paz! (Is 9,5)!

Vino a establecer la paz entre los hombres; así lo anunciaron ya los hombres; así lo anunciaron ya los ángeles sobre la gruta de Belén (Lc 2,14).

"El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí."

Tomar la cruz o cargar con ella quiere expresar que el verdadero discípulo de Jesús debe estar dispuesto a sufrir cualquier clase de sufrimientos, privaciones y humillaciones, antes que quebrar la fidelidad al Señor.

Repetidamente los sinópticos repiten esta misma frase: "tomar la cruz"; es señal de que de la boca del Señor salió con frecuencia y que impactó hondamente a los discípulos, por el énfasis con que las pronunciaría el Maestro.

Seguir a Jesús con la cruz, ir detrás de Él no es otra cosa que seguir e imitar sus ejemplos, calcar su vida en la nuestra, vivir de su espíritu.

Todo esto requerirá las renuncias propias de todo discípulo del Señor. Sólo el amor explica la renuncia a la familia, a la formación del propio hogar e incluso la aceptación de la cruz, hasta el martirio su fuera preciso.

Vivencia:

San Lucas deja constancia de la profecía de Simeón, según el cual Jesús seria "señal de contradicción" (Lc 2,34)...Todo cristiano en la vida se encuentra llamado a tomar decisiones dolorosas....Si las astillas de ka cruz, que debe llevar en su vida y en su corazón.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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