viernes, 1 de abril de 2016

Viernes de la octava de Pascua

Viernes de la octava de Pascua. Juan 21,11-14 "Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas de mar de Tiberíades." Otra aparición de Jesús

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Viernes de la octava de Pascua.

Juan 21,11-14

"Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas de mar de Tiberíades."

Otra aparición de Jesús a orillas del lago de Tiberíades; no estaban todos los discípulos, pero sí un número de ellos, y sobre todo se hallaba Pedro, al que todos seguirán cuando manifestó su determinación de internarse en el algo para pescar.

"Vamos también nosotros."

Es muy importante al seguir siempre las huellas de Pedro, Cabeza de la Iglesia de Jesucristo.

Pedro sigue al frente de la Iglesia con distintos nombres según los tiempos y realizando también en distintos hombres. Así serán Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I o Juan Pablo II el Pedro que está al frente de la Iglesia, gobernándola y conduciéndola según el Espíritu de Jesús les da a entender.

La fidelidad de la jerarquía de la iglesia y su Magisterio es la señal inequívoca de que estamos en la verdadera Iglesia de Jesucristo.

Jesucristo se aparece hoy también muchas veces a su Iglesia, siempre presidida por el Pedro que esté de turno, pero siempre, indefectiblemente, guiada por ese Pedro que es Cristo visible que vela de continuo por su Iglesia.

"Tiren la red a la derecha de la barca."

Los apóstoles habían pasado la noche trabajando y nos pescaron nada; mucho moverse y poco fruto; cansados y desilusionados.

Con frecuencia se repite la secuencia evangélica: muchas palabras y pocas obras; cuando el Señor no ayuda o cuando no se trabaja en su Nombre y con su espíritu, poco o nada se consigue,

No es que el Señor no esté siempre dispuesto ayudarnos; es que nosotros preferimos trabajar por nuestra cuenta, fiándonos de nosotros mismos, de nuestros talentos y cualidades, y así sale todo y nos quedamos con las manos vacías.

Sólo si echamos la redes en Nombre del Señor, sólo fiándonos de Él, conseguiremos fruto. Cuando el Señor ayuda, se recoge en un momento lo que fue imposible durante años; estás son las matemáticas de Dios que debe aprender todo apóstol.

Vivencia:

Hay momentos de zozobra para los apóstoles; a veces parece que no se consigue fruto, incluso a veces se da un claro fracaso; esto siempre sucederá cuando hayamos confiado en nuestras propias fuerzas sin Jesús y su gracia todo es ruido de hojas secas. En cambio al actuar en Nombre de Jesús, ¡cómo cambia el panorama! Con Jesús se consigue hasta lo que parecía imposible. Es, pues, cuestión de saber confiar en el Señor, actuar como Él y con Él y esperar el fruto, aunque quizá nosotros no lo podamos ver. Sé optimista en tu apostolado, pero no planes nunca nada sin contar con el Señor Jesús.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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