domingo, 29 de noviembre de 2015

Jueves de la trigésima segunda semana

Jueves de la trigésima segunda semana. Lucas 17,20-25 "El Reino de Dios está solamente entre nosotros, sino también dentro de nosotros. El Reino de

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Jueves de la trigésima segunda semana.

Lucas 17,20-25

"El Reino de Dios está solamente entre nosotros, sino también dentro de nosotros.

El Reino de Dios no está solamente entre nosotros, sino también dentro de nosotros.

Muchas veces quedamos como hipnotizados por las cosas exteriores, por el mundo que aparece, nos seducen el movimiento, las luces, la agitación, los espectáculos, las diversiones, lo que se mira, lo que se oye, lo que siente, todo lo de afuera.

Y a pesar de eso, de ese vivir extrovertidamente, ese llenarse con todo lo de afuera, con todo lo ajeno, a pesar de eso y precisamente quizás por eso, no estás satisfecho de ti mismo, sientes soledad y gustas el vació.

Sin embargo, tu interior es tu verdadera casa, lo que propiamente te pertenece, el reducto al que solamente tú entras con derecho propio; los demás entran en él, pero lo hacen usurpando un derecho, violando una propiedad.

No te olvides, el Reino de Dios está dentro de ti; no lo busques afuera, ni lejos de ti; el Reino de Dios eres tú quien tiene que instalarlo en el mundo, instaurándolo previamente en tu corazón, en tus obras, en tu vida.

Para los judíos del tiempo del Señor Jesús, el Reino de Dios constituía el centro de sus esperanzas; con ése iniciar la época mesiánica; para los cristianos de hoy el Reino de Dios está dentro de nosotros, en medio de nosotros y somos nosotros los que debemos consolidarlo, viviendo de la fe y la esperanza.

Y somos nosotros los que debemos propagando en los ambientes en los que nos toque movernos y actuar, saturándolos de Evangelio, ordenándolos según las directivas del Evangelio, preparándolos para que puedan recibir el Reino de Dios.

"Antes tendrán que sufrir mucho."

Jesús el Mesías ha de llagar a cumplir su obra mesiánica de salvación y redención, a través del sufrimiento y la humillación. Y la Iglesia, que es encargada de continuar esa obra salvadora para todo el mundo, vive ahora esa misma experiencia de caminar en el mundo a través del sufrimiento y la persecución hasta la gloria que recibirá en su día.

A los cristianos nos cuesta convencernos de la necesidad del sufrimiento y de la cruz, para podernos llamar verdaderamente cristianos. "El discípulo no es superior al Maestro; cuando el discípulo consiguiente si el Maestro llevó una vida sacrificada y de continuos sufrimientos, la vida del discípulo no puede aspirar a ser de distinta condición.

El sufrimiento será, pues, la piedra de toque que aquilate y demuestre la autenticidad del espíritu evangélico; ninguna religión presentó a la divinidad sufriendo; pareciera como que el sufrir es propio de la humanidad; en cambio el cristianismo nos presenta a un Dios clavado en la cruz y muriendo en ella por amor a los hombres, para salvarles de la eterna condición.

Vivencia:

El Reino de Dios está en ti, como acabas de reflexionar, pero no basta eso, si tú no estás en el Reino de Dios, si no estás en su planes, en su mentalidad, en su principios de vida.

No pienses, que nada tienes que ver tú con el Reino de Dios; al contrario, depende de ti, de tu actuación, de tu empuje, de que tú le dediques a vivirlo en ti, a fin de que estés dispuesto para implantarlo a tu alrededor: que se piense en cristiano, que se juzgue en cristiano, que se sienta en cristiano, que se obre conforme a los principios del Evangelio.

Para ellos debes desprenderte de ti mismo y no dejarte influenciar por las máximas del mundo, por egoísmo, por la comodidad, por la avaricia; el Evangelio ha de ser tu norma de conducta y tus principios de vida; para ellos debes conocer el Evangelio, meditar el Evangelio, profundizar sus enseñanzas.

El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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jueves, 19 de noviembre de 2015

Viernes de la trigésimo tercera semana

Viernes de la trigésimo tercera semana. Lucas 19,45-48 "Mi casa será casa de oración." Para facilitar el cambio de moneda a los judíos que venían d

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Viernes de la trigésimo tercera semana.

Lucas 19,45-48

"Mi casa será casa de oración."

Para facilitar el cambio de moneda a los judíos que venían de la Diáspora al Templo del Señor, y para que pudieran pagar los impuestos en moneda del Templo, estaban cambistas; y luego se extendió el acceso a los mercaderes que, en los lugares autorizados, vendían las victimas que se adquirían, para luego ofrecerlas en el Templo, ya que en la fiesta de Pascua todo israelita debía ofrecer un sacrificio consiente en un buey, (o una oveja los ricos, o una paloma los pobres); además todo israelita, cumpliendo veinte años, debía pagar anualmente al Templo medio ciclo.

Jesucristo, al ver aquel espectáculo, hizo un látigo con las cuerdas y expulsó a los comerciantes y a los que compraban.

Este texto del Evangelio nos enseña que el templo, cada de Dios, lugar especial morada, es un lugar donde Él desea ser adorado y reverenciado de un modo particular, dada su especial presencia en él.

Los antiguos vendedores el tiempo de Jesús profanaron el templo y merecieron ser reprendidos y castigados por Jesús; pero los cristianos de hoy con la poca frecuencia merecían igual trato con parecida indignación por las profanaciones de la casa de Dios, cuando se convierte el mercado en feria, o se toma como salón de reuniones o de fiestas, adoptando actitudes indignas de la casa de Dios, estando en el templo de cualquier forma menos con el respeto, la reverencia y el silencio que exige la presencia de Dios, que todo cristiano sabe y cree que está un modo especial en el Sagrario.

El templo es la casa de Dios y por lo mismo "es casa de oración", adonde se va expresamente para orar y escuchar la Palabra de Dios. Esto exige nuestra devoción, respeto y silencio.

"Todo el pueblo lo escuchaba, y estaba pendiente de sus palabras.'

Jesucristo se dedicó a enseñar a la gente su nueva doctrina evangélica y por eso aprovechaba todas las oportunidades que se le presentaban y hablaba, aunque lo que decía exacerbaba los ánimos de sus enemigos.

Todo cristiano debe estar pendiente de los labios de Jesús; las palabras de Jesús han de ser para él el alimento más nutritivo, la fuerza más eficiente, la luz más iluminadora.

Las palabras de Jesús se hallan en el santo Evangelio; de ahí que el cristiano no debe haber libro más leído, más conocido, mejor editado -para poder llegar a ser el libro más vivido- que el santo Evangelio; como libro cabecera, ha de ser leído no de modo mesiánico, por la mera costumbre.

Has de ir al Evangelio como la fuente de la salud y la vida en la que bebas las aguas cristalinas de la verdad y como a la fragua en la que siempre hallaras encendido en su mayor intensidad el fuego del amor de Dios y del prójimo.

También suelen llegar hacia ti las palabras de Jesús en las homilías de la misa y en otras proclamaciones de la Palabra de Dios con motivo de la administración de algún sacramento o sacramental, o en distintas reuniones de la comunidad eclesial. En todas esas oportunidades debes escuchar la Palabra de Dios no con disposiciones meramente humanas, sino con un autentico espíritu de fe; no mirando tanto al sacerdote o profeta que transmite el mensaje, como aquel Señor en cuyo Nombre habla el profeta y cuyo mensaje se te transmite.

Vivencia:

No debes olvidar hoy que la casa de la oración es el templo, no solamente porque cuando vas y estás en el templo ha de ser para rezar, sino también porque el deseo de rezar te debe inclinar a buscar el templo como ambiente más propicio para tu oración, tanto más porque en el templo es donde se realiza la Eucaristía, que es la máxima oración.

El templo ha de ser tu segunda casa, la que más frecuentes, en la que más tranquilo te halles, en la que recibas mayor iluminación para tus problemas y proyectos.

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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miércoles, 18 de noviembre de 2015

Jueves de la trigésimo tercera semana

Jueves de la trigésimo tercera semana. Lucas 19-41-44 "Si tú hubieras comprendido en este día el mensaje de paz"...... Jerusalén es la figura de al

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Jueves de la trigésimo tercera semana.

Lucas 19-41-44

"Si tú hubieras comprendido en este día el mensaje de paz"......

Jerusalén es la figura de alguien entregado al pecado; acercándose Jesús a las puertas de la ciudad y contemplándola no sólo en su exterior imponente, sino también en su interior, lleno de injusticias y de inmoralidades, Jesús le habla amargamente y pronuncia aquella profecía de la destrucción de la ciudad.

Pero ahora más que meditar en los males que recayeron sobre le pecado de la infiel ciudad, nos invita el Evangelio a que pensemos un poco en las gracias que sobrevienen al corazón infiel, que por el pecado queda sólo afeado, sino totalmente destruido; nada que en él de los dones de gracia que el Señor había derramado, nada de las virtudes, nada de los dones del Espíritu Santo; faltan en él Dios, su temor y su gracia, su bondad y su amor.

La obra de Jesucristo en el cristiano es siempre constructiva y positiva ; el Espíritu Santo comienza purificando al hombre de todos los afectos, de todos los pecados pasados y de las reliquias de los mismos y una vez concluidas esa primera e imprescindible etapa de la purificación, comienza el Espíritu a levantar el edificio de las virtudes positivas, hasta que puede desarrollar en esas personas la obra del amor.

Y cuando en el cristiano la virtud teologal de la caridad o el amor llega a convertirse en raíz y explicación de toda la vida, cuando todo se hace no solamente con amor, sino sobre todo por amor, cuando se busca sólo tener sentir el amor, sino vivirlo en todo y en todos, entonces la paz inunda nuestro interior y allí en la intimidad más intima de nuestro ser escuchamos la voz de nuestro Padre, que nos dice que está contento de nosotros, que se complace en nosotros y en nuestra vida.

Ese es el "mensaje de paz" que nos trae el Evangelio de hoy así también a nosotros se nos puede aplicar aquella aclamación de Jesús: "Si tú también hubieras comprendido en ese día el mensaje de paz...."

"No has sabido reconocer el tiempo de su visita."

"La visita de Dios" esa frase frecuentemente en el Antiguo Testamento, para indicar castigos o premios.

"El tiempo de su visitación" es todo el periodo mesiánico de Jesucristo, de enseñanza y milagros; Jerusalén no conoció toda la misión de paz mesiánica que Jesús traía.

No conocer el día de la visita de Jesús, es no haber querido recocer a Jesucristo, que vino a ella, a Jerusalén, con todas las riquezas de su doctrina y de sus milagros; por eso, y en castigo de ese rechazo, Jerusalén será destruidas.

Aquel no reconocimiento y aquel rechazo se da hoy también en los cristianos a los que ha venido Jesús con todos los beneficios de su gracia y su poder; el cristiano como Jerusalén puede rechazar a Jesús, su fe, su gracia, su amor y entonces se hará acreedor del castigo.

Los cristianos no deberían olvidar que los que cierran sus oídos a la gracia y su correspondencia a los designios de Dios, se hacen merecedores del castigo reservado por Dios a los que abusan e su gracia.

Vivencia:

Jesús lloró sobre Jerusalén.

Podrías cuestionarte ahora si Jesús no llorará sobre nuestras ciudades modernas, al verlas tan llenas de maldad, de inmoralidad, de soberbia, de egoísmo y con tan poca caridad y amor; ciudades llenas de odios e injusticias, de sensualismo y placeres.

En tu oración personal pregúntale a Jesús si la vista de tu alma, de tu vida, produce llanto y pena al padre celestial, o sí más bien, al mirarte a ti, puede repetir aquella exclamación que salió de entre la nube, refiriéndose a Jesús: "Este es mi hijo muy amado, en quien me complazco" (Mt 3,17).

Fuente: El evangelio meditado por Alfonso Milagro, Editorial Claretiana.

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